José Martínez Florencio se pasa todo el día disfrazándose. Si saluda a una monja, se convierte en un cura virtuoso; si se cruza con una madre y su bebé, se transforma en el más dulce de los padres; si se detiene a hablar con un enfermo, se disfraza enseguida de prestigioso médico.

Es el príncipe azul de todas las princesas y un mendigo sin pan gimiendo ante una dama poderosa.

Pero Martínez Florencio está cansado y ha decidido hoy no disfrazarse. Sale a la calle muy temprano, igual que cada día, y se dirige a la panadería, como cada mañana. Saluda suavemente a la panadera pero nadie contesta.

 -¡Buenos días Laurita!- dice elevando el tono de la voz.

La muchacha, sobresaltada, mira hacia todos lados y no ve a nadie. Florencio se ha convertido en un hombre invisible.

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