—Va usted en sentido contrario —dijo el policía de uniforme verde pistacho y sonrisa mal disimulada.

—La carretera es de doble sentido —contestó el hombre sin bajarse del coche.

—La carretera, sí; pero la vida no. Va usted en sentido contrario a la vida, debe dar la vuelta y deshacer el camino. Tiene que volver hacia atrás ¿Entiende? —insistió el policía, mientras le entregaba una copia de la denuncia que acababa de imprimir.

El hombre tomó el papel y leyó con estupor: Historia clínica. De pequeño su padre le repetía: “Esfuérzate y serás un hombre de provecho” (antecedente familiar grave). Durante su existencia atravesó corrientes de agua helada y estepas sin caminos, escaló paredes verticales con la punta de los dedos, carbonizó sus ilusiones y deseos, se alimentó de setas venenosas recubiertas de chocolate, se colgó vistosos galones y entretuvo a su conciencia con los tesoros de colores que encontraba en los videojuegos. Diagnóstico. Luchador inconsciente. Medidas terapéuticas. Cambio de sentido.

El policía se despidió y el hombre dio la vuelta sin convicción. La carretera se estrechó y aparcó su coche en un recodo para vaciar su mente mirando al mar. Donde poco antes le había parecido ver unas rocas escarpadas que impedían el acceso al mar, ahora se dibujada una senda de madera que atravesaba un humedal cuajado de juncos. Tomó el camino y a los pocos minutos llegó a una pequeña cala. Ocho hombres sentados en círculo fumaban una cachimba con tabaco de manzana. Siéntate con nosotros y disfruta. No hay nada más que hacer por hoy —le dijo el policía dibujando las palabras con el humo blanco que expulsaba por la boca.

A Ángel, Antonio, Antonio H (de hermano), César, Hilario, Javi, Joaquín y Pepe

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